
Cuando les enseñamos a nuestras niñas y niños a conocer sus emociones, solemos hacer hincapié en una muy particular.
La rabia. Esta emoción, que tan poco nos gusta a los adultos, y que tanto nos enseña cuando la enfocamos bien. Cuando la rabia está bien estructurada en nuestro desarrollo madurativo, nos ayuda a ser más asertivos, a poner límites, a decir hasta dónde. La rabia nos enseña que hay algo que nos molesta, y debemos resolverlo.
Pero no enseñarles a que la controlen para complacernos ni para que no nos sintamos mal con ellos. No trabajarla, para que a nosotros, que como adultos, no la solemos aceptar ni conocer en profundidad, nos moleste. Cuando lo hacemos de esta manera, la rabia que sienten sigue estando dentro de ellos. Siguen sin saber expresarla. Y lo que no no sale, suele quedarse dentro… se convierte en frustración, y en impotencia de no poder…en definitiva, en una mala autoestima, por no saber…
Merece la sonrisa una reflexión hacia dentro de nosotros mismos…
Fotografía de Marina Kazmirova.